martes, 5 de abril de 2011

0116

Fuera de tiempo y de lugar, tardé meses en saber y comprender lo que de verdad había sucedido en La Villa, en Lanzarote, y en el Archipiélago. Y habían sucedido o estaban sucediendo pocas cosas (sólo cuatro), con enormes y variadas consecuencias:

A - La Democracia, apoyada en la simple y absurda razón de la mayoría, había puesto el poder (todos los poderes) en manos de los menos preparados, menos escrupulosos, y más atrevidos.

B - El Turismo, con la iniciativa, la inversión y la demanda controladas desde lejos, se había convertido en una poderosa máquina de especulación inmobiliaria y de destrucción sistemática del paisaje.

C - Con la sintonía entre la Democracia del oportunismo y el Turismo del máximo lucro con el menor esfuerzo, la corrupción generalizada había sustituido a la libre iniciativa, al mérito, y al beneficio legítimo.

D - Con la falsa idea de que lo mejor era lo más próximo (con el aldeanismo político) se estaba agrandando la posibilidad de estudiar en centros universitarios insulares, al mismo tiempo que se reducía la obligación de prestar el servicio militar en otras regiones. Eso deterioraba el conocimiento universal (por la calidad cada vez más baja de la enseñanza y por los horizontes cada vez más cortos); perjudicaba el sentido de la disciplina y del trabajo bien hecho; y cerraba, casi por completo, la mejor vía cultural que las Islas habían tenido siempre: la de viajar mucho, con la necesidad de permanecer mucho tiempo en muchos lugares, aprendiendo mucho de otros pueblos. (Aquella forma de aprender fuera nunca fue sustituida por el contacto interno con los turistas, porque el turismo, por muchos y evidentes motivos, no es un fenómeno formativo sino deformante).