martes, 5 de abril de 2011

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Claudio de la Torre, hermano de la poetisa y actriz Josefina de la Torre, novelista, poeta, dramaturgo y director de cine y de teatro, había nacido en Las Palmas de Gran Canaria el 30 de octubre de 1895. Y había estudiado en Londres, en el Brighton College y en la Upper Norwood. Cuando lo conocí hacía poco tiempo que había dejado la dirección del Teatro Nacional María Guerrero y se estaba preparando para volver a Inglaterra, ahora como corresponsal del diario ABC. Y fue así: llamé a su teléfono particular, el 259.07.91, y me atendió él mismo, reconociéndome enseguida, por el acento canario y porque Luis Benítez Inglott ya le había dicho que yo lo iba a llamar; y me dijo que pasara por su casa, al día siguiente, a las once y cuarto de la mañana; y al día siguiente, a esa hora en punto, me presenté en el número 5 de la calle del Oria, en el bonito barrio de El Viso. Quien abrió la puerta fue don Claudio en persona, metido en una bata de seda azul, con pañuelo blanco blanquísimo en el bolsillo superior izquierdo. Parecía lo que era: un ser refinado, de otro planeta, que bien podría ser el esposo de Isabel II. Me preguntó lo que yo quería, exactamente. Y se lo dije allí mismo (aunque él ya lo sabía), con un pie en el jardín y otro pie en el primer escalón de la entrada, diciendo demasiadas cosas, de forma atropellada, en un par de minutos. Y él me miró como si mirara a un loco, con algo de espanto y algo de desprecio, antes de decirme: "Aprenda a pronunciar bien el español de la Península; y cuando aprenda, si es que aprende algún día, vuelva a verme y hablamos". Y cerró la puerta, con evidente y estrepitosa incomodidad.