martes, 5 de abril de 2011

0059

Quise saber dónde estaba La Mancha que había inspirado a Miguel de Cervantes, para saber si Alcázar de San Juan era o no era, de verdad, un pueblo manchego. Y no encontré la respuesta en mi mapa pequeño y deficiente. En aquel mapita mío, Alcázar de San Juan estaba en la provincia de Ciudad Real, que a su vez estaba en la región de Castilla la Nueva. La Mancha no existía. Y quise saber por qué llamaban tren de Levante al tren de la medianoche. Y tampoco encontré en el mapa algún lugar o territorio que se llamara Levante. El próximo trayecto de nuestro viaje era un misterio. Pues teníamos que ir desde los delirios de Don Quijote a la nada valenciana, pasando por Albacete, que entonces pertenecía a la región de Murcia. Y fue allí, en Albacete, en plena y oscura madrugada, donde el tren fue asaltado por una multitud de vendedores que no vendían dulces, ni bocadillos, ni bebidas, sino -antes del amanecer- navajas, cuchillos, puñales... El tren siguió hacia ninguna parte, como enloquecido, como si se hubiese perdido en la noche más fría del siglo, y, seguramente, en algún momento del día claro, debió de llegar a Valencia... Pero como Valencia no se llamaba Levante, y como, de tanto ver tantas cosas, mi capacidad de ver cosas nuevas ya se había agotado, de Valencia no conseguí guardar recuerdos que fuesen grandes o pequeños, buenos o malos...