martes, 5 de abril de 2011

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Según Carmelo Santana, yo también necesitaba saber de hotelería antes de dedicarme de lleno al turismo. Y para aprender hotelería, de verdad, para él no había nada mejor que trabajar en el Hotel Ritz. Por eso, una noche, después de haber tomado algunas copas, decidimos dar un paseo hasta el lujoso establecimiento de la Gran Vía. Hablando con los empleados, que Carmelo conocía bien, y con los que tenía amistad, podríamos obtener información sobre las posibilidades reales de empleo, colaboración y aprendizaje. Subimos por la calle de Roger de Llúria, sin prisa, dándole vueltas a lo que podría ser una España repleta de turistas suecas, y al mucho dinero que se iba a ganar vendiendo paellas al contado, en moneda extranjera. Y al llegar a la esquina de la Gran Vía nos detuvimos para que Carmelo pudiera encender bien encendido el cigarro puro que se le había apagado. Lo intentó varias veces con fósforos, sin conseguirlo. Y lo consiguió al final con su pesado mechero de oro. Con el reiterado enciende y apaga, la cara de Carmelo también se encendía y se apagaba en la noche desierta y mal iluminada. Y fue reconocida por Gumersindo Palomares desde la puerta del hotel, donde seguía como portero de noche, después de soportar durante muchos años aquel uniforme que le daba un aire de emperador de opereta venido a menos. Los dos amigos se alegraron de verse, corrieron uno hacia el otro con los brazos abiertos para darse un abrazo, Gumersindo tropezó, cayó al suelo, y de sus muchos bolsillos, y de su sombrero de copa, salieron latitas de caviar, tarros de aceitunas, huevos duros, botellines de cerveza, caramelos, frutas diversas, que hicieron intransitable el cruce de la Gran Vía con la calle de Roger de Llúria... Gumersindo Palomares, que sufría de reumatismo, estaba a punto de jubilarse, era padre de once hijos, y, para mantenerlos, tenía que robar de todo un poco, todas las noches, en el carísimo hotel donde trabajaba... O Carmelo y yo no sabíamos de lo que estábamos hablando, o el turismo redentor llegaría de otra forma, por otros caminos...