martes, 5 de abril de 2011

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Por la mañana descubrí con asombro que Requena no era un pueblo mejor, ni más bonito, que Teguise. De no haber sido por el viaje tan largo, y por el frío tan grande, yo hubiera pensado que nos encontrábamos en la tranquila isla de Fuerteventura. Pero las grandes diferencias no estaban en el paisaje, sino en los usos y costumbres... Mientras desayunábamos nos dimos cuenta de que habíamos llegado con un día de atraso, por las complicaciones del viaje. El plazo para matricularnos en el curso de Enología había terminado. O íbamos de prisa y corriendo a solucionar el problema, o nos podíamos quedar sin becas. Angustiados, abandonamos la mesa puesta, y el café con leche, y fuimos en busca de la Estación Enológica. Y, de repente, cuando atravesábamos una plazoleta sin bancos ni árboles, y después de tantos días sin ir al escusado, Salvador de la Cruz sintió la urgente necesidad de evacuar su pesado y duro vientre. Pero, por suerte, no sucedió lo peor. Pues en aquella plazoleta desierta, y sin ninguna lógica, sí había un providencial servicio público, con dos letreros adornados con dos muñecos pintados en la pared, sobre dos puertas gemelas: "Damas", "Caballeros". Salvador entró sin contemplaciones por la segunda puerta, y sólo salió de allí, abrochándose el cinturón, tranquilo, como si fuese un resucitado feliz, después de hacerme esperar durante doce minutos helados e interminables. Y fue entonces cuando, apareciendo por la otra puerta, una mujer gorda y bien abrigada le entregó un recibito a mi compañero de viaje, mientras le decía que tenía que pagarle media peseta... Salvador de la Cruz se quedó perplejo, como se quedan los canarios cuando no saben si deben aguantar un poco más, o si deben cortar por lo sano. Me miró con detenimiento, como si nunca me hubiera visto. Me sonrió con una sonrisa irónica y desafiante. Y espantó a la mujer gorda y abrigada gritándole como gritaría Tarzán: "Que no, coño, que no! Que no me da la gana de vivir en una tierra de mierda donde hay que pagar para cagar!". Y dio media vuelta, y se fue sin decirme adiós, como si yo fuese el culpable de los males del mundo.