martes, 5 de abril de 2011

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Concha Piquer era más cantante que actriz. Y había dejado de actuar en 1958, si mal no recuerdo, cuando tuvo un problema de voz mientras interpretaba Mañana sale en un teatro de Isla Cristina. Pero nadie conocía mejor que ella las trastiendas del cine y del teatro, y su prestigio seguía siendo grande dentro y fuera de España. Llevarle la carta de doña Esperanza tenía sentido. El problema estaba, sin embargo, en poder encontrarla. Las diosas existían, pero no se encontraban. Y Concha Piquer era, claro que sí, una diosa. Por eso no estaba nunca donde debía de estar: ni en la calle de Guzmán el Bueno, 37, ni en la plaza de Chamberí, número 9. Sus teléfonos (224.93.39 y 243.04.81) sonaban pero no hablaban.